
El Vermut Español: Un brindis con sabor a casa
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Hablar de vermut en España es mucho más que mencionar una bebida. Es evocar una hora mágica del fin de semana, el sol colándose entre los toldos, las primeras risas del día y ese momento delicioso en el que el reloj parece detenerse. Cuando se vive fuera de España, el vermut es un ritual que se echa mucho de menos…, pero también uno de los más fáciles de recuperar allá donde estéis.
¿Qué es exactamente el vermut?
Técnicamente, el vermut (o vermú, vermouth… todo vale) es un vino macerado con hierbas, especias y botánicos, al que se le añade un toque de azúcar y a veces un poco de alcohol extra. Se bebe frío, con hielo y, a menudo, con una rodaja de naranja, un toque de sifón o preparado con algún espirituoso extra, como la ginebra. Pero reducirlo a su definición es quedarse muy corto.
El vermut es una tradición con siglos de historia. En España, floreció especialmente a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando surgieron pequeñas vermuterías artesanas en ciudades como Reus, Tarragona, Zaragoza o Madrid. Y hoy, en pleno renacimiento vermutero, el vermut vuelve a estar de moda… aunque para muchos nunca se fue.
El momento del vermut
En España, ‘la hora del vermut’ no es solo un horario: es una actitud. Suele ser el preludio del almuerzo, especialmente los fines de semana, cuando uno se encuentra con amigos o familia en una terraza o en casa. Es el aperitivo por excelencia. Uno pide un vermut, lo acompaña con algo para picar (aceitunas, mejillones, patatas fritas, banderillas…) y deja que el tiempo fluya.
Ese rato entre las 12:30 y las 15:00 horas es casi sagrado para muchos españoles. Es el momento de abrir el apetito, de poner en pausa las prisas y conversar. Una costumbre sencilla que, sin embargo, resume muy bien lo que echamos de menos cuando estamos lejos: la vida en torno a la mesa.
Vermuts para saborear España desde fuera
Una de las maravillas del vermut es su diversidad. Los hay dulces, secos, blancos, rojos, artesanos, industriales, clásicos o innovadores.
Si vives fuera y quieres reconectar con el sabor de casa, montar tu propia ‘hora del vermut’ es un ritual perfecto. Basta con conseguir un buen vermut español, hielo, una aceitunita —a ser posible rellena de anchoa— y unas chips crujientes. Si además puedes compartirlo con otros expatriados o amigos que amen España, mejor que mejor.
Un brindis con memoria
Tomar un vermut no es solo beber: es brindar por todo lo que hemos vivido y lo que nos espera. Por las sobremesas eternas, por los bares de barrio, por las historias compartidas y por los sabores que nunca se olvidan. Así que, estés donde estés, levanta tu copa y di bien alto: ¡por el vermut, por España y por nosotros!
Porque a veces, un sorbo basta para volver a casa.